26.6.09

Loa de la incertidumbre (tercera parte)

En las primeras dos partes de este artículo —que se pueden consultar en http://www.campusmilenio.com.mx o en este registro— hablamos, entre otras cosas, de cómo se encumbró la idea de la certeza y con ella el sueño de construir una Teoría que pudiera explicar y predecir todo, lo que eliminaría definitivamente la incertidumbre. En esta última parte revisaremos algunos intentos racionales por clarificar el conocimiento, y también narraremos su fracaso.

Gottfried Wilhelm Leibniz dedicó parte de su vida a desarrollar un sistema universal, los characteristica universalis, cuyo fin era lograr que los hombres pudieran expresar todos sus pensamientos con una misma lengua “de manera tan definida y exacta” diría Leibniz “como la aritmética expresa números, o el análisis geométrico expresa líneas”. Además, tal sistema codificaría las formas válidas de argumentar por lo que distintos pueblos podrían dialogar unos con otros sin temor a confusiones o errores. Recordemos que Europa se hallaba profundamente dividida tras la reforma religiosa y por eso el esfuerzo del filósofo parecía práctico y urgente. En este sentido Toulmin señala que “Leibniz soñaba con crear las condiciones intelectuales y prácticas para un nuevo diálogo entre teólogos de distintos bandos”. Y es que, según pensaba, sus characteristica universalis contribuirían maravillosamente a la comunicación entre los pueblos.

Leibniz tenía frente a sí dos posturas filosóficas para sentar la base de sus characteristica universalis: o bien se basaba en la noción cartesiana de las ideas innatas, o bien en la noción de Locke que criticaba el innatismo y defendía que las ideas surgían en la mente a partir de la repetición de impresiones provenientes de los sentidos que a su vez son estimulados por el mundo. Sin embargo, ninguna de las dos posturas logró convencerlo. Por un lado, las ideas innatas de Descartes, independientes de impresiones sensoriales, basaban su certeza en la perfección de un Creador benévolo, premisa que no parecía muy racional a Leibniz. Por otro lado, las ideas de Locke dependían de que personas de distintas culturas tuviesen impresiones similares para generar las mismas ideas, cosa que no era fácil de aceptar tampoco y es que, como bien dice Wittgenstein, el significado se encuentra en la relación que hacemos entre una proposición y un hecho representado por ésta: “creamos para nosotros representaciones de estados de cosas”. Estados de cosas muy distintos en Siberia y en La Mancha, por decir algo. Y es que claro, la lengua universal de Leibniz necesitaba que las personas de todas las culturas vivieran sus vidas de formas tan similares como para generar como producto lenguas idénticas”. Leibniz se dio por vencido. El intento por otorgar certeza a la comunicación humana fracasó.

Veamos otra empresa por alcanzar la certeza. En 1687 Isaac Newton publicó Principios matemáticos de la filosofía natural. A partir de entonces la teoría planetaria de Newton —gracias, sobre todo, a su capacidad predictiva— llegó a ser considerada como el paradigma de modelo científico. Así, investigadores no sólo de lo que hoy llamamos ciencias naturales, sino también de lo que conocemos como ciencias sociales, comenzaron a seguir el modelo de la física newtoniana para construir sus propios modelos. Lo anterior, sin tomar en cuenta que los cálculos de Newton no bastaban para resolver el llamado problema del tercer cuerpo. Veamos: la teoría de Newton funciona muy bien para calcular el movimiento de dos cuerpos en el espacio —el sol y un planeta cualquiera del sistema solar—, pero no logra explicar los cambios en la trayectoria de los planetas que surgen de un tercer elemento gravitatorio —otro planeta—. Al respecto Toulmin nos comenta, “en lugar del sueño…de un mundo cuya historia es calculable en términos newtonianos, surge así el panorama de un mundo en el cual—dejando de lado el caso artificialmente simplificado del Sol y un único planeta— la predictibilidad completa es imposible”.

Así, pese a que para los físicos quedaba claro que no era posible explicar el sistema planetario sólo con la Teoría de Newton, en las ciencias sociales se siguieron construyendo modelos basados en ésta, “las ciencias humanas, y no menos la economía teórica, basaban sus programas no en un análisis realista de los métodos reales de la física, sino en su visión de una física que nunca fue” Nos dice Toulin. Entonces, si bien el método newtoniano permitió a la economía, por dar un ejemplo, ciertos niveles predictivos a partir de sus modelos, lo que no logró es otorgarles la certeza de que al aplicar sus modelo teórico en varios contextos diferentes obtendrían los mismos resultados prácticos. La máxima de Alfred Marshall “(la economía) es una maquinaria de aplicación universal para el descubrimiento de un cierto tipo de verdades” fue ya muchas veces refutada por la realidad. México es parte de esa realidad, basta ver cómo nos fue con los modelos de los muchachos de Chicago.

En fin, loemos la incertidumbre, que si bien desasosiega, también nos permite pensarnos como somos: diferentes —vemos el mundo de manera distinta y tenemos varias formas de explicarlo— y libres. La certeza total nos abrumaría.

No hay comentarios: